La competitividad

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jueves, 7 de abril de 2011

La Competitividad en México..

Cada vez es más claro que los activos más valiosos para un país y un estado radican en los activos intangibles que acumule una economía: conocimientos, destrezas especializadas, capacidad de cambio, habilidades y competencias, es decir, capital intelectual y humano. Y es en esa dirección hacia la cual debe orientarse una genuina reforma de la educación.


En los últimos años, la mayoría de los indicadores internacionales muestran que México ha perdido competitividad. Cuando se revisan las series estadísticas de tres décadas a la fecha, países como España o Corea, que en los años setenta tenían niveles de ingreso per cápita entre tres y cinco veces menores a los de México, hoy reportan una situación exactamente inversa; China ha desplazado a México como potencia comercial y turística en apenas medio lustro e Irlanda, que en décadas anteriores sufrió hambrunas y fue un fuerte expulsor de mano de obra, ocupa ahora uno de los tres primeros lugares en los informes de competitividad y es el nuevo milagro europeo.
 
Elementos requeridos para aumentar la competitividad de un país:

1. Infraestructura de clase mundial. Buenas vías de comunicación y medios de transporte, disponibilidad de agua y energía de calidad, a precios competitivos y ecológicamente sustentables, telecomunicaciones eficientes y tecnologías digitales de rápido acceso, y una amplia infraestructura social, son condiciones necesarias para mejorar la competitividad. Si bien el estado debe destinar mayores recursos para algunos de estos renglones (por eso la reforma fiscal es urgente), la participación privada es clave y deben empujarse las reformas estructurales que la faciliten.
2. Educación. Es ya un avance pensar en introducir la evaluación, los concursos de oposición para los cargos directivos escolares, la computación o el inglés en la educación básica, pero es urgente transformar radicalmente la educación superior, para orientarla a las necesidades de las nuevas demandas del desarrollo, así como multiplicar las opciones de educación técnico-profesional (bajo modelos tecnológicos como los usados en Francia y Alemania, con carreras cortas y flexibles) y de capacitación laboral.
Cada vez es más claro que los activos más valiosos para un país y un estado radican en los activos intangibles que acumule una economía: conocimientos, destrezas especializadas, capacidad de cambio, habilidades y competencias, es decir, capital intelectual y humano. Y es en esa dirección hacia la cual debe orientarse una genuina reforma de la educación.
3. Entorno regulatorio. Las regulaciones son necesarias para ordenar los excesos del mercado y permitir que el Estado cumpla con determinados objetivos de política pública. Pero la clave está en que las regulaciones sean buenas y eficientes. Hasta hace muy poco el universo de regulaciones federales era de casi 6,800 normas, leyes, decretos o reglamentos contenidas en más de 5,500 páginas, y los días de trámites y papeleo ante diferentes esferas de gobierno para abrir un negocio oscilaba entre 42 y 142 días en la república. Agréguense las de nivel estatal y municipal. Es Kafka en persona. Todas las esferas de gobierno deben emprender una acción rápida, efectiva y medible, con plazos muy concretos, para abatir los excesos regulatorios y usar las nuevas tecnologías para hacer más sencilla la vida empresarial.
4. Innovación y el desarrollo tecnológico. Según el Índice de Avance Tecnológico de Naciones Unidas, México aparece en el lugar número 32 entre 72 países estudiados. Esta calificación, que en principio parece alta, se debe a que el 66% de las exportaciones mexicanas son productos de tecnología alta y media, pero en realidad esconde limitaciones serias. Por ejemplo, México es el país con la más baja penetración telefónica pues mientras el 64 por ciento de las viviendas ocupadas por el 10 por ciento más rico de la población cuenta con teléfono, tan solo el 12% del decil más pobre dispone de este servicio. Otro ejemplo: la matrícula escolar de nivel superior en ciencias, matemáticas e ingeniería es en México de solo 5 por ciento, en contraste con el 12 por ciento de Argentina y Chile, y el 23 por ciento en Corea. Esto tiene, naturalmente, un impacto negativo en la capacidad de innovación: mientras en el país solo se concedió una patente por cada millón de habitantes en 1998, en Argentina se concedieron 8, en España 42 y en Corea 779 en el mismo año.
Aunque buena parte de nuestras exportaciones son de tecnologías media y alta, en realidad no son fabricadas sino solamente ensambladas en México con componentes importados, lo que explica que, por ejemplo, del total de exportaciones de la industria electrónica, que son de alrededor de 10 mil millones de dólares al año, los insumos nacionales sean solo de entre el 5 y el 20% del contenido total de dichas exportaciones. Este es un aspecto crítico si queremos detonar una política nacional industrial fuerte: tener un programa de ciencia y tecnología que se enfoque en cuatro aspectos: capacidad de innovación, difusión de nuevas tecnologías, difusión de invenciones antiguas y desarrollo de habilidades técnicas y científicas.
5. Finalmente, aun con todo lo anterior, no hay entorno económico ni político viable que no descanse sobre un marco sólido de certidumbre jurídica, seguridad física y confianza social. Esta es condición indispensable para alcanzar un desarrollo sostenido y elevar nuestros niveles de competitividad internacional. Si México y los mexicanos no atienden la importancia de respetar la ley y vivir en un estado de derecho, seguirá produciéndose un fenómeno psicológico que alimente la frustración ciudadana, la desconfianza en las instituciones, el desencanto con la democracia y la sensación de que las cosas en México, simple y sencillamente, no tienen remedio. De ser así, habrá un daño sumamente grave para un país. Mientras no exista un verdadero respeto al estado de derecho, México no será un país democrático, moderno, justo y competitivo.

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